viernes, 25 de enero de 2008

C*nsur*do

Hoy vamos a hablar de algo que nos toca la moral a todos, o que por lo menos así debería ser.

Esto no es nada nuevo, desde luego, es algo que estamos aguantando desde hace... pues supongo que "de toda la vida", como quien dice, pero por un lado últimamente se están viendo muchos ejemplos y por otro lado, ¡qué narices!, me ha apetecido tratarlo precisamente ahora.

Sí, me refiero a la censura (¡Oh, Virgen Santísima, ha dicho una p*labrota!), pero no voy a hablar exactamente de lo que normalmente se entiende cuando se escucha o lee esa palabra, el tema va a ir enfocado desde una perspectiva un poquito distinta. Enseguida lo veréis.

No lo entiendo, estoy simplemente harto, y por más que lo intento, no le encuentro la lógica. Vamos a ver... se supone que por ahí anda algo suelto a lo que le llaman "libertad de expresión", me ha parecido oír alguna vez, y que más o menos viene a significar que, mientras no se haga daño o se moleste, cada uno es libre de procesar aquello que quiera (claro que ya debería saber que debido a esto se atiende a unas consecuencias, pero eso es otra cosa), ¿me equivoco?... espero que no.

Bien, por otra parte, se supone que cada uno ha de ser capaz de cuidarse por si solo, o bien por su familia mientras se encuentre en cierto periodo de su vida que, hasta que no es superado, es signo de dependencia por parte de la misma.

Hasta aquí todo bien claro y cierto, ¿verdad?, vale; entonces… ¿por qué?

¿Por qué se empeñan en cuidarnos a nosotros, que en teoría somos independientes? ¿Por qué ese empeño en protegernos de toda amenaza con una fiereza tal que asustaría hasta al gallito más valiente (o estúpido)? ¿Es que en realidad no somos tan independientes? ¿O es que es superior a nuestras fuerzas? ¿Existen ahí fuera cerebros maquiavélicos, buscando desesperadamente captar unas cuantas víctimas, los cuales crean verdaderas armas de destrucción psíquica o de algún otro tipo? Tal vez el mundo esté en un peligro mayor al del cambio climático, la desaparición de los combustibles fósiles, epidemias víricas made in VIH o el hambre en el 3º mundo, y lo peor de todo en este caso es que no estaríamos siendo conscientes de ello.

Bueno, nosotros no, pero por suerte nuestras niñeras, que velan por nuestra seguridad día y noche, han sabido darse cuenta a tiempo y han tomado las medidas necesarias al respecto.

Seamos serios… ¿de verdad necesito yo que la Comisión Europea limite el volumen de mi Reproductor de Audio Portátil (vamos, lo que el mundo llama vulgarmente “un mp3”) y/o de sus auriculares?, ¿necesito que un grupo de personas decidan cortar tal o cual escena de una película o videojuego porque su contenido puede no ser apropiado para mí? Es completamente absurdo.

¿Cómo saben ellos la capacidad de audición que tengo yo? ¿Han realizado un estudio de mis gustos y posibilidades, para saber si continuaré utilizando los roñosos auriculares que trae de fábrica el reproductor en vez de unos de mejor calidad posteriores? ¿Acaso no tengo derecho a conectar el aparato a una fuente externa, la cual necesita de mucha más potencia de sonido para poder transmitir una señal suficientemente limpia y audible?

La respuesta, obviamente, es un rotundo NO.

Pero es que la cosa no acaba ahí, esto se extiende a una gran cantidad de ámbitos (cine, música, literatura, ocio electrónico, prensa/televisión/radio…), y para colmo de males, si tratas de solventar esa barrera que te han colocado delante de tus narices para que “no cometas una insensatez”, te riñen y castigan cual padre echa una reprimenda a su hijo por no comportarse como tocaba.

Claro, nosotros sólo queríamos hacer lo que nos proporcionaba mayor placer, pero ellos, nuestros grandes tutores, saben que eso no está bien. Menos mal.

Señores, creo que ya tenemos un poco de sentido común y la experiencia necesaria como para decidir por nosotros mismos qué queremos ver en una película o qué queremos leer cuando elegimos un libro.

Es muy sencillo: si una película no nos gusta, no la vemos. Si un videojuego no nos atrae, no lo jugamos. Si una canción nos resulta ofensiva, no la escuchamos. Si un libro nos causa revulsión, no lo leemos. Es así, y no hay vuelta de tuerca, por más que se puedan empeñar.

Es por ese motivo por el que no entiendo la existencia de esas asociaciones de padres enfurecidos que claman venganza contra tal serie de animación o tal compañía de ocio porque “¡el contenido no es apto para mi hijo!”. ¡Pues no dejes que vea esa serie, no le compres ese juguete, o no le dejes ver esa película, pero no impidas que los demás disfruten de ello! ¿Es que no sabes pensar en los demás?

Es más: ¿Acaso a un niño se le protege de todas las caídas y golpes que vaya a tener y se procura que no tenga jamás ningún tipo de tristeza? ¿No se procura más bien que vaya aprendiendo poco a poco tanto de aciertos como de los errores y obstáculos que se encuentre a lo largo de sus días?

Yo he seguido Dragon Ball desde que tenía 5 años o menos, he jugado a videojuegos desde los 7 u 8, toqué por primera vez un Resident Evil cuando no debía de tener más que 12 añitos, he experimentado visualmente la violencia exagerada y cruda de “animes” como Cowboy Bebop, Evangelio o Rurouni Kenshin, entre otras, con esa misma edad, y juego al Rol desde unos pocos años más tarde, pero sin embargo no he sufrido traumas de ninguna clase, no he cometido ningún tipo de asesinatos en primer, segundo o tercer grado, no he robado ningún banco y tampoco he perdido la noción de la realidad, por ejemplo… no sé, tal vez es que yo naciese ya inmunizado contra este tipo de horribles peligros ideados por las perversas mentes de seres que quieren atentar contra mi bienestar. También es posible que ya me haya convertido en una de sus víctimas y no sea capaz de discernirlo a causa del increíble poder de destrucción mental que poseen.

O puede que, simplemente, no necesitase de ningún tipo de censura para disfrutar de lo que me gustaba en cada momento.

domingo, 6 de enero de 2008

K'T- Hatooniak

Ante todo, es mi obligación poneros una advertencia: no tengo ni idea de qué voy a poner aquí.

Y antes de empezar a leer, os imploro que pulséis al botoncito de play para que escuchéis mientras leéis una bonita canción que a algunos les sonará (si queréis, dadle al enlace para que se abra en otra ventana y así, además de recibir un sabio consejo en forma de descripción, no dependeréis de que Migltopía esté abierta para deleitarnos sonoramente). El que sepa decirme de se trata con total y absoluta exactitud, será recompensado con una maravillosa e increíblemente remasterizada mini-tostada de Philadelphia con Azúcar o Miel.

boomp3.com

Debería de estar estudiando, subrayando los apuntes de religión, haciendo alguno de los varios y tremendamente pesados trabajos de la Universidad que tengo pendientes, y todas esas cosas, pero es que no puedo, sin motivo alguno, no tengo fuerzas.

Es curioso que siempre sucedan estas cosas sin venir a cuento, sin tener nada que ver con la cantidad de cosas que tengas que llevar a cabo, o lo pesadas que puedan llegar a ser: igual es a mitad de un semestre, que después de vacaciones, antes de las mismas, en mitad de ellas... y es detestable.

Es detestable, porque sabes que tienes que ponerte a ello y que el tiempo no pasa en valde, pero es totalmente superior a tus fuerzas, cuando te llega El Momento Macrovago, no hay absolutamente nada que hacer. De hecho, poniendo un ejemplo para que sufráis haciéndoos a la idea de cuan grandioso es el potencial de este estado de asquerosidad, que tenía preparada una bella entrada (sin terminar), y a causa de las garras opresivas que en estos momentos me retienen contra mi voluntad, no he sido capaz de continuar y finalmente postear.

Y no, no es culpa de las fiestas, por mucho que lo pueda parecer, pues además de haber realizado varios trabajos durante estas vacaciones, también puedo decir a mi favor que en otras ocasiones no ha ocurrido en periodos relacionados con el descanso estudiantil.
¿Qué narizuda cuestión se encontrará pues tras esta misteriosa opresión que reprime todos mis impulsos de responsabilidad aguda?

Me temo que ni siquiera José Bono o Federico Trillón pueden ayudarme.

Mañana la vuelta a la rutina, y con ello, el volver a contemplar el físico desencajado de uno de los seres más absurda y disparatadamente diabólicos de cuantos he conocido: Paco-Paquito-Pakísimo; Edgar Morir's Prophet. Al menos me queda el consuelo de que volveré a ver a los compañeros de clase, que tienen potencial (no, tú no).

Ya vorem como avanza "la cosa"... la verdad es que estoy asustado, ya llevo bastante retraso en esto de los Estudios Universitarios, por tiempo podría haber acabado perfectamente la carrera y estar buscando ya curro como "Pofrhe Mié...", aunque bueno, nunca es tarde dicen, ¿no?
Espero rendir, porque de lo contrario me voy a poner muy contento, más que Charls aquel día que se puso a llover merdola.

No voy a alargar más esto porque sería de ser muy cabroncio (además de quejica, y no quiero ser más dramático de lo necesario), así que me despido de una manera horrible y bien fea:

¡Sompacol's in da Garden, Buriairos in dy Eir!